¿Te ha pasado que tus hijos no te hacen mucho caso cuando están jugando? Varias veces le has llamado para que atienda alguna situación y tu hijo sólo responde “ya voy mamá/papá”, pero no lo hace; te diriges a su habitación o al lugar donde se encuentra y te das cuenta de que está jugando, lo reprendes por no hacer caso a tu llamado y no logras comprender por qué esta situación llega a repetirse de manera cotidiana.
Los niños quieren jugar todo el tiempo y los adultos pensamos que el juego no es tan importante, que los niños tienen mucho tiempo para jugar y que lo más relevante y primordial es atender las responsabilidades y, claro, todos queremos que nuestros hijos e hijas tengan una buena educación, practiquen alguna actividad extraescolar o que se ocupen en actividades que potencialicen sus habilidades y se preparen para ser exitosos, pero, ¿alguna vez te has preguntado para qué es el juego?, ¿por qué es una actividad que los niños adoran y buscan realizar a cada momento?, pues en este artículo te cuento cuál es la importancia de esta actividad.
Durante nuestra infancia y probablemente aún en nuestra adultez, el juego ha sido un elemento fundamental en nuestras vidas. Esta actividad tan común en el ser humano e incluso en los animales, puede parecer para muchas personas algo sin importancia que realizamos para pasar el tiempo. Sin embargo, sus virtudes son muchas y muy diversas para el desarrollo social, cognitivo, motor y afectivo del ser humano; especialmente en los primeros años de vida de nuestras niñas y niños.
Pero, ¿qué es el juego? Aquí, una breve definición: el juego es una actividad libre y placentera que implica procesos de aprendizaje, vinculados con la vida cotidiana de niños y niñas y, con su desarrollo.
El juego potencia el desarrollo del cuerpo y de los sentidos; las niñas y niños a través de él, descubren nuevas sensaciones, coordinan sus movimientos (volviéndose más precisos y eficaces), mejoran su equilibrio, su flexibilidad, etc. Tan sólo pensemos en los espacios y materiales de juego donde las niñas y niños se detienen a jugar; dentro de casa, en los jardines, en los espacios habilitados con resbaladillas, columpios, sube y baja, paredes para trepar, entre otros; son espacios en donde los niños tienen la oportunidad de ejercitar sus músculos, coordinar su cuerpo, adquirir fuerza y agilidad en sus movimientos por medio de actividades lúdicas que implican subir, escalar, saltar, o bien, ser precisos con movimientos más controlados para dibujar, colorear o elaborar alguna manualidad.
Por otro lado, el juego promueve diferentes condiciones que conducen al aprendizaje. Brinda la posibilidad de que los/as menores cometan errores y tengan aciertos, apliquen sus conocimientos y solucionen problemas. Mediante el juego se estimulan la memoria y la atención, se desarrollan la creatividad y la imaginación al inventar nuevas formas de jugar. Asimismo, el juego potencia el desarrollo del lenguaje en dos sentidos; por un lado, la vocalización a través de canciones y juegos de palabras y por otro, coadyuva en la expansión del lenguaje (aprendizaje de nuevas palabras y frases). Cuando en el juego se involucra un adulto, se posibilita que la graduación de la dificultad del juego sea diversa, lo que conlleva a que las y los infantes ejerciten sus habilidades mentales.
Como puedes darte cuenta las cualidades del juego son muchas y muy importantes, pero las que te he mencionado, no son todas; además de lo anterior, el juego cobra gran relevancia en el plano del desarrollo emocional de nuestros hijos. Esta actividad, fomenta la sensación placentera de crear, de ser causa y provocar efectos, destruir sin culpa y mantenerse en movimiento; es decir, los niños pueden inventar un nuevo juego y darse cuenta de que éste resulta divertido para otros y sentirse contentos por ello, pueden descubrir que son buenos para correr rápido en las atrapadas o jugar a que vino el terremoto y tirar todas las casitas que habían construido sin que nadie los reprenda y sin que ellos se sientan regañados.
El juego representa una actividad de entretenimiento que genera alegría en quien la ejecuta, permite la expresión libre y la descarga de tensiones, así como de emociones. Además, facilita la asimilación de experiencias difíciles y el control de la ansiedad asociada a éstas; a través de éste, las y los niños pueden establecer relaciones afectivas con sus compañeros/as de juego y sus juguetes. Para reconocer lo anterior, basta con observarlos/as al jugar: gritan, abrazan, interpretan animales por medio de los cuales expresan su agresividad, sus temores, el cariño, la felicidad y quizá también la tristeza.
Al jugar, las y los infantes entran en contacto con sus iguales y con otras personas, por lo que aprenden normas de comportamiento, descubren el mundo social de las personas adultas y las reglas que rigen sus relaciones, amplían la capacidad de comunicarse con otras/os y de cooperar, evolucionan moralmente y se conocen a sí mismos/as a través de las demás personas. Esto lo podemos observar cuando interpretan roles específicos en los juegos de “la casita”, “la escuelita”, entre otros; donde se vuelven visibles los aprendizajes que tienen respecto al mundo de las personas mayores. Así también, mediante la convivencia con otros/as, dan forma al autoconcepto al escuchar que las demás personas reconocen cualidades o áreas de oportunidad; por ejemplo, “saltas muy alto”, “corres rápido”, “no compartes”, entre otros.
Como podemos ver, el juego representa el crecimiento de nuestras hijas e hijos y no nos damos cuenta de que con frecuencia las madres, padres y muchos centros educativos nos ocupamos de brindar una educación que prepare al niño académicamente y perdemos de vista lo importante que es para ellos/as jugar. Es necesario que reflexionemos sobre la importancia de esta actividad; comencemos a considerarla como un elemento esencial en la vida de nuestros niños e incorporarla como algo necesario en su cotidianidad; generemos espacios destinados a ello e involucrémonos, de esta manera estaremos aportando al bienestar de nuestros/as pequeños/as y ellos/as lo disfrutarán mucho.
No es necesario invertir demasiado tiempo en la planeación del juego y tampoco se requiere que le inviertas mucho tiempo a la actividad, puedes dejar a tus hijos dirigir un poco y establecer cuánto tiempo podrás participar en la actividad y luego dejarlos continuar solos; cuidando por supuesto el bienestar físico y emocional de todos. Permítete recordar cómo era cuando eras niño/a, qué juegos eran tus favoritos y compártelos con tus niños. ¿Recuerdas alguno que ya no se juegue en la actualidad?, ¿por qué no se los propones? ¡Inténtalo! o, ¿ya lo has hecho? compártenos tus experiencias, quizá éstas ayuden a otros padres como tú.