«La igualdad de las mujeres debe ser un componente central en cualquier intento para resolver los problemas sociales, económicos y políticos».
Kofi Annan Premio Nobel de la paz 2001
En sus inicios la psicología centró sus explicaciones e intervenciones en los componentes biológicos y en las diferencias innatas entre los individuos. Por ello se hablaba en términos de conductas, de reforzamientos, condicionamientos y fisiología. Sin embargo, con el tiempo los enfoques se diversificaron y las aproximaciones comenzaron a hacerse, socioculturales, relacionales, complejas.
El pensar los fenómenos psicológicos (por ejemplo los sistemas de creencias, las relaciones interpersonales, los hábitos o tendencias comportamentales) como insertos e inseparables de la cultura permitió comprender entre muchas otras cosas cómo es que éstos van cambiando según el lugar y el momento histórico en que se vive.
¿A qué nos referimos?, tanto el término género, como el de terapia son conceptos que han sido construidos socialmente, pero ¿por qué pensar que una construcción social cambia con el tiempo? Pensemos primero en género, que podría ser definido como el sistema de creencias, actitudes, cogniciones, acciones, relaciones y oportunidades culturalmente determinadas para hombres y para mujeres de forma diferenciada. En cualquier ejemplificación de las características antes nombradas podemos observar que varían según el lugar y momento histórico.
Ligando la terapia y el género tenemos por ejemplo, que en el siglo XIX la mayoría de los caso psicologízados, es decir aquellos para los cuales se hacía un diagnóstico y un tratamiento, se daba en pacientes femeninas, los diagnósticos más comunes eran la histeria, el delirio y la depresión y entre los tratamientos más frecuentes estaban actos denigrantes como masajes pélvicos (estimulación de los genitales de la mujer hasta llegar al orgasmo) o la extirpación de los órganos reproductivos, argumentando una relación entre la psicopatología y el aparato genital femenino (Ortega, 2011).
El entramado de género-terapia del siglo XIX veía a la mujer como un eterna enferma, con un rol pasivo en su propia mejora. Era el responsable de la salud mental quien tomaba el papel principal y una postura activa, quedando sin ser cuestionada la forma de vida que se imponía a las mujeres como influencia directa en la aparición e incluso en la definición de sus malestares (Rodríguez, s.f.).
En la actualidad los tratamientos del siglo XIX antes citados han quedado en desuso, por su inutilidad y sus ahora evidentes faltas a los derechos humanos. Ahora las mujeres tienen un papel más activo en el proceso terapéutico al ser ella, las que junto con su terapeuta pueden definir sus objetivos de cambio y formas de llegar a él dentro de la terapia individual.
Los mandatos socioculturales sobre los que una mujer u hombre pueden o no hacer, dependiendo su género incidirán directamente en su forma de relacionarse, de verse así mismos/as y con ello, la forma que tendrán de enfrentarse a los problemas y a la vida en general (Montero, et. al., 2004).
El género juega un papel primordial en la construcción de cualquiera de nosotros, por lo que en terapia será inseparable del proceso terapéutico, los objetivos y la efectividad de la misma. No será, una decisión de la terapéuta o él terapéuta si el género juega o no un papel importante, en todo caso se dará cuenta no, de que el género construye ciertas realidades tanto en quien consulta como en quien está dando terapia.
Por eso pensamos que tomar una postura de género se convierte en necesidad, las vivencias que llevan a las personas a la terapia tienen indiscutiblemente una connotación social y cultural, gran parte representada en el género, por ello si nos encontramos en una cultura machista no será difícil ver un sinfín de problemáticas originadas en esta estructura. Estas problemáticas son tan comunes que nos puede costar trabajo diferenciarlas ya que se encuentran en los actos más cercanos y cotidianos como en el cansancio, el hastío y/o desesperación de las dobles o triples jornadas que puede llagar a tener un rol femenino, la continua justificación de actos que violentan que podemos distinguir en frases como “todos los hombres son infieles o “calladita te ves más bonita”, las brechas salariales, educativas, de salud o de oportunidades, las agresiones físicas y sexuales, hasta acciones tan sutiles como poner una mano en la pierna o en el hombro en señal de “ya no hables” (Oliviari, 2018).
Sin embargo, tener una postura de género en terapia no quiere decir que la o el terapeuta debe aliarse con la mujer o con su problemática. Más bien quiere decir que dentro del análisis de la problemática y las soluciones o co-construcciones que lleven al cambio, deberá observar y tomar en cuenta las relaciones jerárquicas, los sistemas de creencias o las ideas establecidas que llevan al conflicto que pueden estar presentes en cualquiera de los miembros de una pareja.
Considerando lo anterior, las y los terapeutas tenemos un gran reto puesto que debemos considerar tres aspectos de forma simultánea. Por una parte, debemos mirar hacia el pasado para tener memoria y conciencia histórica de las connotaciones sociales del problema, considerar las particularidades de quien nos consulta ya que es el experto de sus propia historia y co-constructor de su cambio y por último debemos hacer introspección, para poder auto-observarnos como terapeutas y reconocer de qué forma nuestra cultura, nuestros sistemas de creencias o nuestra experiencia personal, podría influir en el proceso de terapia.
No tengamos miedo de escucharnos cuando somos nostras las que vamos a terapia, o cuando somos quienes la brindamos, o incluso cuando nuestras voces resuenan aunque no haya ninguna de nosotras dentro del consultorio, pues podemos ser referencia en las intervenciones, aunque sean dos hombres quienes están sentados en el espacio terapéutico.
Para saber más:
Montero, I., Aparicio, D., Gómez-Beneyto, M., Moreno-Küstner, B., Reneses, B., Usall, J., & Vázquez-Barquero, J. L. (2004). Género y salud mental en un mundo cambiante. Gaceta Sanitaria, 18(4), 175-181.
Oliviari, C. (2018). Guía de perspectiva de género en psicoterapia con consultantes adulta y adultos.
Ortega, C. (2011). Las mujeres y la enfermedad mental. Una perspectiva dde género a través de la historia contemporánea. Cuadernos Kóre. Revista de historia y pensamiento de género, 1(4).
Rodriguez, B. (s. f.). Proceso psicoterapéutico y género. 11 Symposium Nacional de Tratamiento de Adicción en la Mujer. Recuperado 7 de marzo de 2020, de http://www.institutospiral.com/cursosyseminarios/resumenes/Beatriz%20Rguez.htm